El Papa: “Sea cual sea el lugar o el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos!”
(Ciudad del Vaticano, 16 Abr. 2025). “Después de haber meditado sobre los encuentros de Jesús con algunos personajes del Evangelio, quisiera detenerme, a partir de esta catequesis, en algunas parábolas. Como sabemos, son narraciones que retoman imágenes y situaciones de la realidad cotidiana. Por eso tocan también nuestra vida. Nos provocan. Y nos piden que tomemos posición: ¿dónde estoy yo en esta narración? Partamos de la parábola más famosa, aquella que todos recordamos tal vez desde que éramos pequeños: la parábola del padre y los dos hijos. En ella encontramos el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios”, explica el Papa Francisco en la catequesis que preparó para la audiencia general de este miércoles.
“El Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza, porque nos dice que sea cual sea el lugar en el que nos hayamos perdido, sea cual sea el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos! Quizá nos hemos perdido como una oveja que se sale del camino para pastar la hierba, o se queda atrás por cansancio. O acaso nos hemos perdido como una moneda que se cayó al suelo y ya no se encuentra, o bien alguien la puso en algún sitio y no recuerda dónde. O nos hemos perdido como los dos hijos de este padre: el más joven, porque se cansó de estar en una relación que sentía demasiado exigente; pero también el mayor se perdió, porque no basta con quedarse en casa si en el corazón hay orgullo y rencor”, advierte el Papa, quien observa que “el hijo menor de la parábola solo piensa en sí mismo”, como ocurre a muchos “que no consiguen mantener una relación porque son egoístas”, pero “es el hijo mayor el que representa a aquellos para quienes se cuenta la parábola: es el hijo que siempre se ha quedado en casa con el padre, y, sin embargo, estaba lejos de él, lejos con el corazón”.
“Este hijo tal vez también hubiera querido irse, pero por miedo o por obligación se quedó allí, en esa relación. Sin embargo, cuando nos adaptamos en contra de nuestra voluntad, empezamos a acumular ira en nuestro interior y, tarde o temprano, esta ira estalla. Paradójicamente, al final es precisamente el hijo mayor el que corre el riesgo de quedarse fuera de casa, porque no comparte la alegría de su padre. El padre también sale a su encuentro. No lo regaña ni lo llama al deber. Solo quiere que sienta su amor. Lo invita a entrar y deja la puerta abierta. Esa puerta permanece abierta también para nosotros. De hecho, este es el motivo de la esperanza: podemos tener esperanza porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta. Queridos hermanos y hermanas, preguntémonos entonces dónde estamos nosotros en este maravilloso relato. Y pidámosle a Dios Padre la gracia de poder encontrar nosotros también el camino para volver a casa”, concluye el Papa.