El Papa: “Acoger y custodiar la Palabra divina para que transforme nuestros corazones en tabernáculos de su presencia, en hogares acogedores donde pueda crecer la esperanza”
(Ciudad del Vaticano, 22 Ene. 2025). “Hoy retomamos la catequesis del ciclo jubilar sobre Jesucristo nuestra esperanza. Al comienzo de su Evangelio, Lucas muestra los efectos de la potencia transformadora de la Palabra de Dios que llega no sólo a los atrios del Templo, sino también a la pobre casa de una joven, María, que, comprometida con José, todavía vive con su propia familia. Después de Jerusalén, el mensajero de los grandes anuncios divinos, Gabriel, que en su nombre celebra el poder de Dios, es enviado a una aldea que la Biblia hebrea nunca menciona: Nazaret. En aquella época era una pequeña aldea de Galilea, en la periferia de Israel, una zona de frontera con los paganos y sus contaminaciones. Precisamente allí, el ángel lleva un mensaje de forma y contenido totalmente inauditos, tanto que el corazón de María se estremece, se turba”, resaltó el Papa Francisco durante la audiencia general de esta mañana.
“En lugar del clásico saludo ‘la paz sea contigo’, Gabriel se dirige a la Virgen con la invitación ‘¡alégrate!’, ‘¡regocíjate!’, un llamamiento muy querido en la historia sagrada, porque los profetas lo utilizan cuando anuncian la venida del Mesías. Es la invitación a la alegría que Dios dirige a su pueblo cuando termina el exilio y el Señor hace sentir su presencia viva y operante. Además, Dios llama a María con un nombre de amor desconocido en la historia bíblica: kecharitoméne, que significa «llena de la gracia divina». María es llena de la gracia divina. Este nombre dice que el amor de Dios ha habitado desde hace tiempo y sigue habitando en el corazón de María. Dice que ella está ‘llena de gracia’ y, sobre todo, que la gracia de Dios ha realizado en ella un ‘cincelado’ interior, convirtiéndola en su obra maestra: llena de gracia. Este cariñoso sobrenombre, que Dios da sólo a María, va acompañado inmediatamente de una tranquilización: «¡No temas!», «¡No temas!». La presencia del Señor siempre nos da esta gracia de no temer y así lo dice a María: «¡No temas!». «No temas», dice Dios a Abraham, a Isaac, a Moisés, en la historia: «¡No temas!». Y nos lo dice también a nosotros: «¡No temas, sigue adelante, no temas!», recalcó el Papa, quien, recordando que “luego, Gabriel anuncia a la Virgen su misión, haciendo resonar en su corazón numerosos pasajes bíblicos que hacen referencia a la realeza y mesiazgo del Niño que va a nacer de ella y que será presentado como cumplimiento de las antiguas profecías”, subrayó que “esta maternidad estremece a María profundamente”, y “como mujer inteligente que es, es decir, capaz de leer dentro de los acontecimientos, busca comprender, discernir lo que está sucediendo”.
“En lo más profundo de su corazón abierto, sensible, escucha la invitación a confiar en Dios, que ha preparado para ella un «Pentecostés» especial”, y “se abandona, obedece, hace espacio: es «una cámara nupcial hecha por Dios». María acoge al Verbo en su propia carne y se lanza así a la mayor misión jamás confiada a una mujer, a una criatura humana. Se pone al servicio: es llena de todo, no como esclava, sino como colaboradora de Dios Padre, llena de dignidad y autoridad para administrar, como hará en Caná, los dones del tesoro divino, para que muchos puedan sacar de él abundantemente. Hermanas, hermanos, aprendamos de María, Madre del Salvador y Madre nuestra, a dejarnos abrir los oídos a la Palabra divina y a acogerla y custodiarla, para que transforme nuestros corazones en tabernáculos de su presencia, en hogares acogedores donde pueda crecer la esperanza”, exhortó Francisco.