El Papa: “La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo. ¡La paz de Jesús nunca es una paz armada!”

El Papa: “La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo. ¡La paz de Jesús nunca es una paz armada!”

(Ciudad del Vaticano, 13 Abr. 2022). “La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo, que cree obtenerla por la fuerza, con las conquistas y con varias formas de imposición. Esta paz, en realidad, es solo un intervalo entre las guerras: lo sabemos bien”, dijo el Papa Francisco en su catequesis durante la audiencia general de este miércoles, recalcando que “la paz del Señor sigue el camino de la mansedumbre y de la cruz: es hacerse cargo de los otros”.

“Cristo, de hecho, ha tomado sobre sí nuestro mal, nuestro pecado y nuestra muerte. Ha tomado consigo todo esto. Así nos ha liberado. Él ha pagado por nosotros. Su paz no es fruto de algún acuerdo, sino que nace del don de sí. Esta paz mansa y valiente, sin embargo, es difícil de acoger. De hecho, la multitud que alababa a Jesús es la misma que unos días después grita ‘crucifícalo’ y, asustada y desilusionada, no mueve un dedo por Él”, recordó el Papa, observando que “en este sentido, siempre resulta actual un gran relato de Dostoievski, la llamada Leyenda del Gran Inquisidor”.

“Narra que Jesús, después de varios siglos, vuelve a la Tierra. En seguida es acogido por la multitud alegre, que lo reconoce y lo aclama. ‘¡Ah, has vuelto! ¡Ven, ven con nosotros!’. Pero después es arrestado por el Inquisidor, que representa la lógica mundana. Este lo interroga y lo critica ferozmente. El motivo final del reproche es que Cristo, aun pudiendo, nunca quiso convertirse en César, el rey más grande de este mundo, prefiriendo dejar libre al hombre en vez de someterlo y resolver los problemas con la fuerza. Habría podido establecer la paz en el mundo, doblegando el corazón libre pero precario del hombre en virtud de un poder superior, pero no quiso: respetó nuestra libertad. ‘Si hubieses aceptado —dice el Inquisidor a Jesús—, la púrpura de César, habrías fundado el imperio universal y dado la paz al mundo’; y con sentencia cortante concluye: ‘Pues nadie ha merecido más que Tú la hoguera’. Este es el engaño que se repite en la historia, la tentación de una paz falsa, basada en el poder, que después conduce al odio y a la traición de Dios y a tanta amargura en el alma”, advirtió Francisco, quien agregó que “al final, según este relato, el Inquisidor querría que Jesús ‘le dijera algo, quizá también algo amargo, terrible’, pero Cristo reacciona con un gesto dulce y concreto: ‘se le acerca en silencio, y lo besa dulcemente en los viejos labios ensangrentados’”.

“La paz de Jesús no domina a los demás, nunca es una paz armada: ¡nunca! Las armas del Evangelio son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito al prójimo, el amor a todo prójimo. Es así que se lleva la paz de Dios al mundo. Por esto la agresión armada de estos días, como toda guerra, representa un ultraje a Dios, una traición blasfema al Señor de la Pascua, un preferir el falso dios de este mundo a su rostro manso. La guerra siempre es una acción humana para llevar a la idolatría del poder”, señaló el Papa, quien recordó que “Jesús, antes de su última Pascua, dijo a los suyos: «No se turbe vuestro corazón ni se acobarde»”.

“Sí, porque mientras el poder mundano deja solo destrucción y muerte —lo hemos visto en estos días—, su paz edifica la historia, a partir del corazón de cada hombre que la acoge. Pascua es entonces la verdadera fiesta de Dios y del hombre, porque la paz, que Cristo ha conquistado sobre la cruz con el don de sí mismo, nos ha sido dada a nosotros. Por eso el Resucitado, el día de Pascua, se aparece a los discípulos y ¿cómo los saluda?: «La paz con vosotros». Este es el saludo de Cristo vencedor, de Cristo resucitado. Hermanos, hermanas, Pascua significa ‘paso’. Es, sobre todo este año, la ocasión bendecida para pasar del dios mundano al Dios cristiano, de la codicia que llevamos dentro a la caridad que nos hace libres, de la espera de una paz traída con la fuerza al compromiso de testimoniar concretamente la paz de Jesús. Hermanos y hermanas, pongámonos delante del Crucificado, fuente de nuestra paz, y pidámosle la paz del corazón y la paz en el mundo”, concluyó Francisco.

Foto © Vatican Media

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