El Papa: “Muchos hablan, critican y dicen que todo va mal. El cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a promover el bien, a construir la paz y la justicia”

El Papa: “Muchos hablan, critican y dicen que todo va mal. El cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a promover el bien, a construir la paz y la justicia”

(Ciudad del Vaticano, 13 Sep. 2023). “En nuestras catequesis, seguimos encontrando testigos apasionados del anuncio del Evangelio”, dijo el Papa Francisco al inicio de la audiencia general de esta mañana, en la que recordó la figura de un laico, el beato venezolano José Gregorio Hernández Cisneros.

“La caridad fue la estrella polar que orientó la existencia del beato José Gregorio: persona buena y solar, de carácter alegre, estaba dotado de una fuerte inteligencia; se hizo médico, profesor universitario y científico. Pero sobre todo fue un doctor cercano a los más débiles, tanto para ser conocido en su patria como ‘el médico de los pobres’”, resaltó el Papa, recordando que “a la riqueza del dinero prefirió la del Evangelio, gastando su existencia para socorrer a los necesitados”, pues “en los pobres, en los enfermos, en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús”.

“Y el éxito que nunca buscó en el mundo lo recibió, y sigue recibiéndolo, de la gente, que lo llama ‘santo del pueblo’, ‘apóstol de la caridad’, ‘misionero de la esperanza’”, destacó Francisco, subrayando que “José Gregorio era un hombre humilde, gentil y disponible”, y “al mismo tiempo estaba movido por un fuego interior, por el deseo de vivir al servicio de Dios y del prójimo”.

“Impulsado por este ardor, en varias ocasiones trató de hacerse religioso y sacerdote, pero varios problemas de salud se lo impidieron. Pero la fragilidad física no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más sensible a las necesidades de los demás; se aferró a la providencia y, fortalecido por el alma, fue más a lo esencial”, resaltó el Papa, quien recalcó que este era el celo apostólico que caracterizaba al beato venezolano, que no siguió “las propias aspiraciones”, sino “la disponibilidad a los diseños de Dios”, y así comprendió que, “a través del cuidado de los enfermos, pondría en práctica la voluntad de Dios, socorriendo a los que sufren, dando esperanza a los pobres, testimoniando la fe no de palabra sino con el ejemplo”, llegando “a acoger la medicina como un sacerdocio: «el sacerdocio del dolor humano»”.

“Pero, preguntémonos: ¿de dónde le venía a José Gregorio todo este entusiasmo, todo este celo? Venía de una certeza y de una fuerza. La certeza era la gracia de Dios. Él escribió que «si en el mundo hay buenos y malos, los malos lo son porque ellos mismos se han hecho malos: pero los buenos no lo son sino con la ayuda de Dios»”, recordó Francisco, quien agregó que “él era el primero en sentir la necesidad de gracia”.

“Era un hombre de oración, que participaba en la misa, y en contacto con Jesús, que se ofrece en el altar por todos, José Gregorio se sentía llamado a ofrecer su vida por la paz”, mientras el primer conflicto mundial estaba en curso, y el 29 de junio de 1919, “un amigo lo visita y lo encuentra muy feliz. José Gregorio se había enterado de que se había firmado el tratado que pone fin a la guerra. Su ofrenda de paz ha sido acogida, y es como si él presagia que su tarea en la tierra se ha terminado. Esa mañana, como era habitual, había ido a misa y entonces baja por la calle para llevar una medicina a un enfermo. Pero mientras atraviesa la calle, es atropellado por un vehículo; llevado al hospital, muere pronunciado el nombre de la Virgen. Su camino terreno concluye así, en una calle mientras realiza una obra de misericordia, y en un hospital, donde había hecho de su trabajo una obra maestra”, resaltó el Papa, quien indicó que el beato José Gregorio “nos estimula en el compromiso ante las grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy”.

“Muchos hablan, muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal. Pero el cristiano no está llamado a esto, sino a ocuparse, a ensuciarse las manos, sobre todo, como nos ha dicho san Pablo, a rezar, y después a comprometerse no en chismorreos”, sino “a promover el bien, a construir la paz y la justicia en la verdad. También esto es celo apostólico, es anuncio del Evangelio, es bienaventuranza cristiana: «bienaventurados los que trabajan por la paz»”, concluyó Francisco.

Foto © Vatican Media

Los comentarios están cerrados.