El Papa en el Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Sanidad: “La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor”

El Papa en el Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Sanidad: “La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor”

(Ciudad del Vaticano, 6 Abr. 2025). “La liturgia nos invita hoy a renovar, en el camino cuaresmal, la confianza en Dios, que está siempre presente, cerca de nosotros, para salvarnos. No hay exilio, ni violencia, ni pecado, ni alguna realidad de la vida que pueda impedirle estar ante nuestra puerta y llamar, dispuesto a entrar apenas se lo permitamos. Es más, especialmente cuando las pruebas se hacen más duras, su gracia y su amor nos abrazan con más fuerza para realzarnos. Hermanas y hermanos, leemos estos textos mientras celebramos el Jubileo de los enfermos y del mundo de la sanidad, y ciertamente la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad”, observa el Papa Francisco en la homilía que preparó para la Santa Misa de esta mañana, con motivo del Jubileo de los Enfermos y del mundo de la Sanidad, que fue leída por Monseñor Rino Fisichella, Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, quien presidió la celebración, durante la cual, el Pontífice llegó sorpresivamente a la Plaza de San Pedro en silla de ruedas, acompañado por su enfermero personal, y, tras la bendición final, saludó a los fieles: “¡Feliz domingo a todos, muchas gracias!”.

“Queridos médicos, enfermeros y miembros del personal sanitario, mientras atienden a sus pacientes, especialmente a los más frágiles, el Señor les ofrece la oportunidad de renovar continuamente su vida, nutriéndola de gratitud, de misericordia y de esperanza. Los llama a iluminarla con la humilde conciencia de que no hay que suponer nada y que todo es don de Dios; a alimentarla con esa humanidad que se experimenta cuando dejamos caer las máscaras y queda sólo lo que verdaderamente importa, los pequeños y grandes gestos de amor. Permitan que la presencia de los enfermos entre como un don en su existencia, para curar sus corazones, purificándolos de todo lo que no es caridad y calentándolos con el fuego ardiente y dulce de la compasión”, los exhorta el Papa en la homilía, en la que luego se dirige a los enfermos.

“Queridos hermanos y hermanas enfermos, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir. La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor que nos dice también a nosotros: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?». Y de esa manera renovar y reforzar la fe”, recalca Francisco, quien subraya que “afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos y compartir el dolor es una etapa importante de todo camino hacia la santidad”.

“Queridos amigos, no releguemos al que es frágil, alejándolo de nuestra vida, como lamentablemente vemos que a veces suele hacer hoy un cierto tipo de mentalidad, no apartemos el dolor de nuestros ambientes. Hagamos más bien de ello una ocasión para crecer juntos, para cultivar la esperanza gracias al amor que Dios ha derramado, Él primero, en nuestros corazones y que, más allá de todo, es lo que permanece para siempre”, concluye el Papa.

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