El Papa: “La unidad de los cristianos y la sinodalidad están conectadas. El mundo necesita un testimonio común”
(Ciudad del Vaticano, 12 Oct. 2024). “En este día, en el que recordamos la apertura del Concilio Vaticano II, que marcó el ingreso oficial de la Iglesia católica en el movimiento ecuménico, estamos reunidos junto con los Delegados fraternos, con nuestros hermanos y hermanas de las otras Iglesias. Por este motivo hago mías las palabras que san Juan XXIII dirigió a los observadores en la apertura del Concilio: ‘vuestra apreciada presencia aquí, la emoción que embarga mi corazón de sacerdote – de obispo de la Iglesia de Dios – me invitan a confiaros el anhelo de mi corazón, que arde en deseos de trabajar y sufrir porque se aproxime la hora en que se realice, para todos, la oración de Cristo en la última Cena’. Entremos en esta oración de Jesús, hagámosla nuestra en el Espíritu Santo, acompañada de la plegaria de los mártires”, exhortó el Papa Francisco en su homilía durante la Vigilia ecuménica con los participantes en el Sínodo, que tuvo lugar ayer al final de la tarde en la Plaza de los Protomártires Romanos, en el Vaticano.
“La unidad de los cristianos y la sinodalidad están conectadas. En efecto, si el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio, hay que recorrerlo con todos los cristianos. El camino de la sinodalidad debe ser ecuménico, así como el camino ecuménico es sinodal. En ambos procesos no se trata de construir algo sino de acoger y hacer producir el don que ya hemos recibido. ¿Y cómo se presenta el don de la unidad? La experiencia sinodal nos ayuda a descubrir algunos de sus aspectos”, indicó el Papa en la homilía que fue entregada a los presentes, en la que subrayó que “la unidad es una gracia, un don imprevisible” y “el verdadero protagonista es el Espíritu Santo, no nosotros; es Él quien nos lleva hacia una comunión mayor”, mientras que “otra enseñanza que proviene del proceso sinodal es que la unidad es un camino, madura con el movimiento, caminando”, y “crece con el servicio recíproco, con el diálogo de la vida, con la colaboración de todos los cristianos que presenta con luz más radiante la imagen de Cristo Siervo”.
“Una tercera lección es que la unidad es armonía. El Sínodo nos está ayudando a redescubrir la belleza de la Iglesia en la variedad de sus rostros. En consecuencia, la unidad no es uniformidad, ni fruto de compromisos o de equilibrismos. La unidad de los cristianos es armonía en la diversidad de los carismas suscitados por el Espíritu Santo para la edificación de todos los cristianos”, recalcó Francisco, quien, por último, enfatizó que “igual que la sinodalidad, la unidad de los cristianos es necesaria para su testimonio: la unidad es para la misión”.
“Antes de comenzar esta Asamblea tuvimos una celebración penitencial. Hoy también manifestamos nuestra vergüenza por el escándalo de la división de los cristianos, por el escándalo de no dar, unidos, testimonio del Señor Jesús. Este Sínodo es una oportunidad para mejorar, superando los muros que aún existen entre nosotros. Centrémonos en la base común de nuestro común bautismo, que nos impulsa a ser discípulos misioneros de Cristo, con una misión común. El mundo necesita un testimonio común, el mundo necesita que seamos fieles a nuestra misión común. Queridos hermanos y hermanas, ante el Crucifijo san Francisco de Asís recibió la llamada a restaurar la Iglesia. Que la Cruz de Cristo nos guíe también a nosotros, cada día, en nuestro camino hacia la plena unidad, en armonía entre nosotros y con toda la creación”, concluyó el Papa.
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