El Papa: “La soberbia causa estragos. En este mal se esconde la absurda pretensión de ser como Dios”

El Papa: “La soberbia causa estragos. En este mal se esconde la absurda pretensión de ser como Dios”

(Ciudad del Vaticano, 6 Mar. 2024). “En nuestro itinerario catequético sobre los vicios y las virtudes, llegamos hoy al último de los vicios: la soberbia. Los antiguos griegos lo definían con una palabra que podría traducirse como ‘esplendor excesivo’. En realidad, la soberbia es la auto-exaltación, el engreimiento, la vanidad. El término aparece también en esa serie de vicios que Jesús enumera para explicar que el mal procede siempre del corazón del hombre. El soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido como superior a los demás, siempre quiere ver reconocidos sus propios méritos y desprecia a los demás considerándolos inferiores”, explica el Papa Francisco en su catequesis de la audiencia general de esta mañana, que fue leída por Monseñor Pierluigi Giroli.

“A partir de esta primera descripción, vemos cómo el vicio de la soberbia está muy cerca del de la vanagloria, que presentamos la última vez. Pero si la vanagloria es una enfermedad del yo humano, se trata de una enfermedad infantil en comparación con los estragos que puede causar la soberbia”, señala el Papa, quien advierte que “en realidad, en este mal se esconde el pecado radical, la absurda pretensión de ser como Dios”.

“Es un mal con un aspecto físico evidente: el hombre orgulloso es altivo, tiene una ‘dura cerviz’, es decir, tiene el cuello rígido que no se dobla. Es un hombre que con facilidad juzga despreciativamente: por una nadería, emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca. Te das cuenta de que estás tratando con una persona orgullosa cuando, si le haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente inofensivo, reacciona de forma exagerada, como si alguien hubiera ofendido su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de forma resentida. Poco se puede hacer con una persona enferma de soberbia. Es imposible hablar con ella, y mucho menos corregirla, porque en el fondo ya no está presente a sí misma”, observa Francisco, quien agrega que “sólo hay que tenerle paciencia, porque un día su edificio se derrumbará”.

“La salvación pasa por la humildad, verdadero remedio para todo acto de soberbia. En el Magnificat María canta a Dios que dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de sus corazones. Es inútil robarle algo a Dios, como esperan hacer los soberbios, porque al final Él quiere regalarnos todo. Por eso el Apóstol Santiago, a su comunidad herida por luchas intestinas originadas en el orgullo, escribe: ‘Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia’. Por tanto, queridos hermanos y hermanas, aprovechemos esta Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia”, exhorta el Papa.

Foto © Vatican Media

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