El Papa: “Hoy hay una cultura que pone al individuo y la técnica en el centro de todo siguiendo las lógicas voraces de la economía. No perder el deseo de Dios y abrirle el corazón para encontrar al único que hoy y siempre dona paz y alegría al hombre”

El Papa: “Hoy hay una cultura que pone al individuo y la técnica en el centro de todo siguiendo las lógicas voraces de la economía. No perder el deseo de Dios y abrirle el corazón para encontrar al único que hoy y siempre dona paz y alegría al hombre”

(Ciudad del Vaticano, 29 Nov. 2023). “Las veces pasadas hemos visto que el anuncio cristiano es alegría y es para todos; hoy vemos un tercer aspecto: es para hoy”, recalcó el Papa Francisco en su catequesis durante la audiencia general de esta mañana, que fue leída por monseñor Filippo Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado, acompañado por el Pontífice, quien sigue recuperándose de la gripe y la inflamación de las vías respiratorias que lo aquejan desde hace unos días.

“Casi siempre se oye hablar mal del hoy. Cierto, entre guerras, cambios climáticos, injusticias planetarias y migraciones, crisis de la familia y de la esperanza, no faltan motivos de preocupación. En general, el hoy parece habitado por una cultura que pone al individuo por encima de todo y la técnica en el centro de todo, con su capacidad de resolver muchos problemas y sus gigantescos progresos en muchos campos. Pero al mismo tiempo esta cultura del progreso técnico-individual lleva a afirmar una libertad que no quiere ponerse límites y se muestra indiferente hacia quien se queda atrás. Y así entrega las grandes aspiraciones humanas a las lógicas a menudo voraces de la economía, con una visión de la vida que descarta a quien no produce y le cuesta mirar más allá del inmanente. Podríamos incluso decir que nos encontramos en la primera civilización de la historia que globalmente trata de organizar una sociedad humana sin la presencia de Dios, concentrándose en enormes ciudades que se mantienen horizontales, aunque tengan rascacielos vertiginosos”, señaló el Papa, quien observó que “viene a la mente el pasaje de la ciudad de Babel y de su torre”, en el que “se narra un proyecto social que prevé sacrificar toda individualidad a la eficiencia de la colectividad”.

“La humanidad habla una sola lengua – podríamos decir que tiene un ‘pensamiento único’ –, está como envuelta en una especie de encanto general que absorbe la unicidad de cada uno en una burbuja de uniformidad. Entonces Dios confunde las lenguas, es decir restablece las diferencias, recrea las condiciones para que puedan desarrollarse unicidades, reanima el múltiple donde la ideología quisiera imponer el único. El Señor aparta a la humanidad también de su delirio de omnipotencia: «hagámonos famosos», dicen exaltados los habitantes de Babel, que quieren llegar hasta el cielo, ponerse en el lugar de Dios. Pero son ambiciones peligrosas, alienantes, destructivas, y el Señor, frustrando estas expectativas, protege a los hombres, impidiendo un desastre anunciado”, recordó Francisco, quien observó que “parece realmente actual este pasaje”, pues “también hoy la cohesión, más que la fraternidad y la paz, se basa a menudo en la ambición, en los nacionalismos, la homologación, en estructuras técnico-económicas que inculcan la persuasión que Dios sea insignificante e inútil, no tanto porque se busca un algo más de saber, sino sobre todo por un algo más de poder”.

“Es una tentación que impregna los grandes desafíos de la cultura actual”, advirtió el Papa, quien recordó que en Evangelii gaudium invitó a “una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales”, indicando que “es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades”, pues “se puede anunciar a Jesús solo habitando la cultura del propio tiempo” y, por tanto, “no hay que contraponer al hoy visiones alternativas procedentes del pasado”, así como “tampoco basta con simplemente reiterar convicciones religiosas adquiridas que, por verdaderas que sean, se vuelven abstractas con el paso del tiempo”.

“Una verdad no se vuelve más creíble porque se levante la voz al decirla, sino porque se testimonia con la vida. El celo apostólico nunca es una simple repetición de un estilo adquirido, sino testimonio de que el Evangelio está vivo hoy aquí para nosotros. Conscientes de esto, miremos por tanto a nuestra época y a nuestra cultura como un don. Estas son nuestras y evangelizarlas no significa juzgarlas de lejos, ni tampoco estar en un balcón gritando el nombre de Jesús, sino bajar a la calle, ir a los lugares donde se vive, frecuentar los espacios donde se sufre, se trabaja, se estudia y se reflexiona, habitar los cruces de los caminos donde los seres humanos comparten lo que tiene sentido para sus vidas. Significa ser, como Iglesia, levadura de diálogo, de encuentro, de unidad. Además, nuestras formulaciones de fe son fruto de un diálogo y de un encuentro de culturas, comunidades e instancias diferentes. No debemos tener miedo del diálogo: es precisamente la confrontación y la crítica las que nos ayuda a preservar a la teología de transformarse en ideología”, reiteró Francisco, insistiendo en que “necesitamos estar en los cruces de los caminos de hoy”.

“Salir de ellos significaría empobrecer el Evangelio y reducir la Iglesia a una secta. Frecuentarlos, en cambio, nos ayuda a los cristianos a comprender de forma renovada las razones de nuestra esperanza, para extraer y compartir el tesoro de la fe, «lo nuevo y lo viejo». En resumen, más que querer reconvertir el mundo de hoy, es necesario convertir la pastoral para que encarne mejor el Evangelio en el hoy. Hagamos nuestro el deseo de Jesús: ayudar a nuestros compañeros de viaje a no perder el deseo de Dios, para abrirle el corazón y encontrar al único que, hoy y siempre, dona paz y alegría al hombre”, exhortó el Papa, quien, al término de la audiencia general, tomó la palabra para invitar a seguir orando “por la grave situación en Israel y Palestina”.

“Paz, por favor, paz. Espero que continúe la tregua en Gaza, para que todos los rehenes sean liberados y se siga permitiendo el acceso a la ayuda humanitaria necesaria”, dijo Francisco, quien también recordó al pueblo ucraniano. “La guerra es siempre una derrota, todos pierden. No todos, hay un grupo que gana mucho: los fabricantes de armas. Estos ganan bien, sobre de la muerte de otros”, volvió a denunciar el Papa.

Foto © Vatican Media

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