El Papa: “A Dios no le gustan las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión. Pidamos que el Sínodo sea un lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las murmuraciones, las ideologías y las polarizaciones”

El Papa: “A Dios no le gustan las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión. Pidamos que el Sínodo sea un lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las murmuraciones, las ideologías y las polarizaciones”

(Ciudad del Vaticano, 1 Oct. 2023). “‘Juntos’. Como la comunidad cristiana en sus orígenes el día de Pentecostés. Como un único rebaño, amado y reunido por un solo Pastor, Jesús. Como la gran muchedumbre del Apocalipsis, estamos aquí, hermanos y hermanas «de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas», provenientes de diferentes comunidades y países, hijas e hijos del mismo Padre, animados por el Espíritu recibido en el Bautismo, llamados a la misma esperanza”, dijo el Papa Francisco al inicio de su homilía durante la Vigilia ecuménica de oración que presidió al final de la tarde de este sábado en la Plaza de San Pedro, en vísperas de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, que iniciará el próximo miércoles 4 de octubre y concluirá el 29 de octubre.

“Como la gran muchedumbre del Apocalipsis, hemos rezado en silencio, escuchando un ‘gran silencio’. Y el silencio es importante, es poderoso: puede expresar un dolor indecible ante la desgracia, pero también, en los momentos de alegría, un gozo que trasciende las palabras. Por eso quisiera reflexionar brevemente con ustedes sobre su importancia en la vida del creyente, en la vida de la Iglesia y en el camino de la unidad de los cristianos. La importancia del silencio”, resaltó el Papa, quien recordó que, “en efecto, está al principio y al final de la existencia terrena de Cristo”.

“El Verbo, la Palabra del Padre, se hizo ‘silencio’ en el pesebre y en la cruz, en la noche de la Natividad y en la de Pascua. Esta tarde, nosotros, cristianos, hemos permanecido en silencio ante el Crucifijo de San Damián, como discípulos a la escucha ante la cruz, que es la cátedra del Maestro. Nuestro silencio no ha sido vacío, sino un momento lleno de espera y de disponibilidad. En un mundo lleno de ruido ya no estamos acostumbrados al silencio, es más, a veces nos cuesta soportarlo, porque nos pone delante de Dios y de nosotros mismos”, observó Francisco, quien enfatizó que “la verdad no necesita gritos violentos para llegar al corazón de los hombres”.

“A Dios no le gustan las proclamas y los alborotos, las habladurías y la confusión; Dios prefiere más bien, como hizo con Elías, hablar en el «el rumor de una brisa suave», en un ‘hilo sonoro de silencio’. Y así también nosotros, como Abraham, como Elías, como María necesitamos liberarnos de tantos ruidos para escuchar su voz. Porque sólo en nuestro silencio resuena su Palabra”, recalcó el Papa, quien invitó a pedir en la oración común “aprender a hacer silencio nuevamente, para escuchar la voz del Padre, la llamada de Jesús y el gemido del Espíritu”.

“Pidamos que el Sínodo sea kairós de fraternidad, lugar donde el Espíritu Santo purifique a la Iglesia de las murmuraciones, las ideologías y las polarizaciones. Mientras nos acercamos al importante aniversario del gran Concilio de Nicea, pidamos que sepamos adorar unidos y en silencio, como los Magos, el misterio de Dios hecho hombre, seguros de que cuanto más cerca estemos de Cristo, más unidos estaremos entre nosotros. Y como los Magos de Oriente fueron guiados a Belén por una estrella, que así la luz celestial nos guíe a nuestro único Señor y a la unidad por la que Él rogó. Hermanos y hermanas, pongámonos en camino juntos, deseosos de encontrarlo, adorarlo y anunciarlo «para que el mundo crea»”, exhortó Francisco.

Foto © Vatican Media

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