El Papa a la Acción Católica: “Ser signos de esperanza en un mundo que afronta las secuelas sociales de la pandemia y la violencia entre países y hermanos”

El Papa a la Acción Católica: “Ser signos de esperanza en un mundo que afronta las secuelas sociales de la pandemia y la violencia entre países y hermanos”

(Ciudad del Vaticano, 28 Nov. 2022). “Después de la elección de las nuevas autoridades del Forum Internazionale di Azione Cattolica, felicito a quienes han asumido el compromiso de llevar adelante la conducción durante el próximo período, que sigue el camino iniciado hace más de 30 años. En aquel momento, el venerable Cardenal Eduardo Pironio intuyó la necesidad de crear este foro para que la vida de la Acción Católica contribuyera al desafío de la nueva la evangelización, enriquecida con la peculiaridad de cada lugar y cultura. Muchos de ustedes acompañaron decididamente esa intuición y pusieron sus capacidades y el deseo de anunciar el Evangelio en ese servicio, aun con las dificultades propias de la época, ya que no se contaba con los medios de comunicación y de acercamiento entre países que existen en la actualidad”, recuerda el Papa Francisco en su mensaje a los participantes en el Foro Internacional de la Acción Católica, que tuvo lugar en Roma este fin de semana.

“Ciertamente, el contexto mundial que acompaña a la nueva etapa no es el mismo que el de hace treinta años, ni siquiera al de la conducción anterior. Las secuelas sociales de la pandemia, así como las personales, siguen marcando el ánimo y la mirada frente a la vida y el futuro de muchos. En ciertos ámbitos se ha reavivado el individualismo de una salvación a medida; sin olvidar el azote de la violencia entre países y hermanos que van socavando el deseo de una fraternidad universal. Sin embargo, las épocas difíciles pueden ser desafiantes y convertirse en tiempos de esperanza”, indica Francisco, recordando las palabras del Cardenal Pironio, al que define como “hombre de la esperanza”, quien decía: “¡Qué importante en la vida es ser signo! Pero no un signo vacío o de muerte, sino un signo de luz comunicador de esperanza. La esperanza es capaz de superar las dificultades, las desavenencias, las cruces que se presentan en la vida cotidiana”.

“Al mismo tiempo, como Iglesia estamos transitando un tiempo en el cual necesitamos que el espíritu sinodal se vaya arraigando en nuestro modo de ser Iglesia; esto significa el ejercicio de caminar juntos en la misma dirección”, y “en este contexto, exhorto a la nueva conducción a ser hombres y mujeres de la escucha” y “anhelo que no sean ‘dirigentes’ de escritorio, de papeles o de Zoom, y que no caigan en la tentación del estructuralismo institucional que planifica y organiza desde estatutos, reglamentos y propuestas heredadas, que fueron buenas y útiles en su momento pero que quizás hoy no sean significativas. Por favor, les pido que escuchen”, les dice el Papa, invitándolos a escuchar “a los hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños concretos, en sus realidades, en sus gritos silenciosos expresados en sus miradas y en sus clamores profundos”, y a escuchar “los latidos de los signos de los tiempos”, pues “la Iglesia no puede estar al margen de la historia, enredada en sus propios asuntos, manteniendo inflada su burbuja”.

“Para que esto sea posible necesitamos escuchar la voz del Espíritu. En cada época, el Espíritu nos abre a su novedad; siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma. Mientras que el espíritu mundano nos presiona para que sólo nos concentremos en nuestros problemas e intereses, en la necesidad de ser relevantes, en la defensa tenaz de nuestras pertenencias y de grupo, el Espíritu nos libra de obsesionarnos con las urgencias, y nos invita a recorrer caminos antiguos y siempre nuevos: los del testimonio, la pobreza y la misión, para liberarnos de nosotros mismos y enviarnos al mundo. Quizás sientan que la propuesta de escuchar es poco, sin embrago, no es escucha pasiva; es la escucha activa que nos marca el ritmo de trabajo; es la inhalación necesaria para ser una Iglesia que respira misioneramente. Así lo hizo la Santísima Virgen, porque escuchó, se puso de pie y caminó para ir a servir. Rezo para que puedan hacer de este período un tiempo de gracia, con la audacia de saber escuchar, la serenidad para poder discernir y el coraje para anunciar con la vida y desde la vida”, les escribe el Pontífice, quien les agradece “por haber aceptado este desafío”.

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