El Papa sobre la pandemia y la guerra en Ucrania: “¿Podemos justificar estos ‘excesos’ como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia? No, no podemos”

El Papa sobre la pandemia y la guerra en Ucrania: “¿Podemos justificar estos ‘excesos’ como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia? No, no podemos”

(Ciudad del Vaticano, 18 May. 2022). “La parábola del libro de Job representa de forma dramática y ejemplar lo que en la vida sucede realmente. Es decir que sobre una persona, sobre una familia o sobre un pueblo se abaten pruebas demasiado pesadas, pruebas desproporcionadas respecto a la pequeñez y fragilidad humana. En la vida a menudo, come se dice, ‘llueve sobre mojado’. Y algunas personas se ven abrumadas por una suma de males que parece verdaderamente excesiva e injusta”, observó el Papa Francisco durante la audiencia general de esta mañana en la Plaza de San Pedro, en la que continuó con el ciclo de catequesis dedicado a los ancianos.

“Todos hemos conocido personas así. Nos ha impresionado su grito, pero a menudo nos hemos quedado también admirados frente a la firmeza de su fe y de su amor en su silencio. Pienso en los padres de niños con graves discapacidades, o en quien vive una enfermedad permanente o al familiar que está al lado”, dijo el Papa, quien agregó que se trata de “situaciones a menudo agravadas por la escasez de recursos económicos” y “en ciertas coyunturas de la historia, este cúmulo de pesos parecen darse como una cita colectiva”.

“Es lo que ha sucedido en estos años con la pandemia del Covid-19 y lo que está sucediendo ahora con la guerra en Ucrania. ¿Podemos justificar estos ‘excesos’ como una racionalidad superior de la naturaleza y de la historia? ¿Podemos bendecirlos religiosamente como respuesta justificada a las culpas de las víctimas, que se lo han merecido? No, no podemos. Existe una especie de derecho de la víctima a la protesta, en relación con el misterio del mal, derecho que Dios concede a cualquiera, es más, que Él mismo, después de todo, inspira. A veces yo encuentro gente que se me acerca y me dice: ‘Pero, Padre, yo he protestado contra Dios porque tengo este problema, ese otro’. Pero, sabes, que la protesta es una forma de oración, cuando se hace así. Cuando los niños protestan contra los padres, es una forma de llamar su atención y pedir que los cuiden. Si tú tienes en el corazón alguna llaga, algún dolor y quieres protestar, protesta también contra Dios, Dios te escucha, Dios es Padre, Dios no se asusta de nuestra oración de protesta, ¡no! Dios entiende. Pero sé libre, sé libre en tu oración, ¡no encarceles tu oración en los esquemas preconcebidos! La oración debe ser así, espontánea, como esa de un hijo con el padre, que le dice todo lo que le viene a la boca porque sabe que el padre lo entiende”, recalcó Francisco, quien explicó que “el ‘silencio’ de Dios, en el primer momento del drama, significa esto”.

“Dios no va a rehuir la confrontación, pero al principio deja a Job el desahogo de su protesta, y Dios escucha. Quizás, a veces, deberíamos aprender de Dios este respeto y esta ternura. Y a Dios no le gusta esa enciclopedia, llamémosla así, de explicaciones, de reflexiones que hacen los amigos de Job. Eso es zumo de lengua, que no es adecuado: es esa religiosidad que explica todo, pero el corazón permanece frío. A Dios no le gusta esto. Le gusta más la protesta de Job o el silencio de Job. La profesión de fe de Job, que emerge precisamente en su incesante llamamiento a Dios, a una justicia suprema, se completa al final con la experiencia casi mística, diría yo, que le hace decir: «Yo te conocía solo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos». ¡Cuánta gente, cuántos de nosotros después de una experiencia un poco mala, un poco oscura, da el paso y conoce a Dios mejor que antes!”, dijo el Pontífice, quien resaltó que “este testimonio es particularmente creíble si la vejez se hace cargo, en su progresiva fragilidad y pérdida”.

“¡Los ancianos han visto muchas en la vida! Y han visto también la inconsistencia de las promesas de los hombres. Hombres de ley, hombres de ciencia, hombres de religión incluso, que confunden al perseguidor con la víctima, imputando a esta la responsabilidad plena del propio dolor. ¡Se equivocan! Los ancianos que encuentran el camino de este testimonio, que convierte el resentimiento por la pérdida en la tenacidad por la espera de la promesa de Dios —hay un cambio, del resentimiento por la pérdida hacia una tenacidad para seguir la promesa de Dios—, estos ancianos son un presidio insustituible para la comunidad en el afrontar el exceso del mal. La mirada de los creyentes que se dirige al Crucificado aprende precisamente esto. Que podamos aprenderlo también nosotros, de tantos abuelos y abuelas, de tantos ancianos que, como María, unen su oración, a veces desgarradora, a la del Hijo de Dios que en la cruz se abandona al Padre”, exhortó el Papa.

Foto © Vatican Media

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