El Papa advierte: “Muchas veces se desprecia a los ancianos y se descartan de la vida, dejándolos de lado. Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos”

El Papa advierte: “Muchas veces se desprecia a los ancianos y se descartan de la vida, dejándolos de lado. Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos”

(Ciudad del Vaticano, 20 Abr. 2022). “El camino de honrar a las personas que nos han precedido empieza aquí: honrar a los ancianos”, indicó el Papa Francisco durante la audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro, continuando con el ciclo de catequesis dedicado a los ancianos.

“Este amor especial que se abre el camino en la forma del honor, es decir, ternura y respeto al mismo tiempo, destinado a la edad anciana está sellado por el mandamiento de Dios. «Honrar al padre y a la madre» es un compromiso solemne, el primero de la ‘segunda tabla’ de los diez mandamientos. No se trata solamente del propio padre y de la propia madre. Se trata de la generación y de las generaciones que preceden, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia de larga duración con las otras edades de la vida. En otras palabras, se trata de la vejez de la vida”, explicó el Papa, quien subrayó que “honor es una buena palabra para enmarcar este ámbito de restitución del amor que concierne a la edad anciana, es decir, nosotros hemos recibido el amor de los padres, de los abuelos y ahora nosotros les devolvemos este amor a ellos, a los ancianos, a los abuelos”.

“Nosotros hoy hemos descubierto el término ‘dignidad’, para indicar el valor del respeto y del cuidado de la vida de todos. Dignidad, aquí, equivale sustancialmente al honor: honrar al padre y a la madre, honrar a los ancianos y reconocer la dignidad que tienen”, recalcó Francisco, quien invitó a pensar “en esta bonita declinación del amor que es el honor”, advirtiendo que “el cuidado mismo del enfermo, el apoyo a quien no es autosuficiente, la garantía del sustento, pueden carecer de honor”, pues “el honor desaparece cuando el exceso de confianza, en vez de declinarse como delicadeza y afecto, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación”, cuando “la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa”, cuando “el desconcierto y la confusión se convierten en un resquicio para la burla y la agresividad”.

“Puede suceder incluso entre las paredes domésticas, en las residencias, como también en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad. Fomentar en los jóvenes, también indirectamente, una actitud de suficiencia, e incluso de desprecio, hacia la edad anciana, sus debilidades y su precariedad, produce cosas horribles. Abre el camino a excesos inimaginables”, señaló el Papa, quien agregó que los jóvenes que queman la manta de un “vagabundo”, “porque lo ven como un desecho humano, son la punta del iceberg, es decir, del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte”.

“Muchas veces pensamos que los ancianos son el descarte o los ponemos nosotros en el descarte; se desprecia a los ancianos y se descartan de la vida, dejándolos de lado. Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos nosotros”, enfatizó Francisco, quien observó que “no obstante todas las providencias materiales que las sociedades más ricas y organizadas ponen a disposición de la vejez”, la lucha por “la restitución de esa forma especial de amor que es el honor”, todavía es “frágil e inmadura”.

Foto © Vatican Media

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