El Papa Francisco en la audiencia general: “La anestesia de los sentidos espirituales es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud”

El Papa Francisco en la audiencia general: “La anestesia de los sentidos espirituales es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud”

(Ciudad del Vaticano, 30 Mar. 2022). “La anestesia de los sentidos espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que esta es mayoritariamente inconsciente”, señaló el Papa Francisco en su catequesis durante la audiencia general de este miércoles.

“No nos damos cuenta de estar anestesiados. Y esto sucede. Siempre ha sucedido y sucede en nuestra época. Los sentidos anestesiados, sin entender qué sucede; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para entender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen”, advirtió el Papa.

“Cuando pierdes la sensibilidad del tacto o del gusto, te das cuenta enseguida. Sin embargo, la del alma, esa sensibilidad del alma puedes ignorarla durante mucho tiempo, vivir sin darte cuenta de que has perdido la sensibilidad del alma. Esta no se refiere simplemente al pensamiento de Dios o de la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la responsabilidad propia y el dolor ajeno”, explicó Francisco, quien advirtió que la insensibilidad no permite entender la compasión, no permite entender la piedad y no hace “sentir vergüenza o remordimiento por haber hecho algo malo”.

“Los sentidos espirituales anestesiados confunden todo y uno no siente, espiritualmente, cosas del estilo. Y la vejez se convierte, por así decir, en la primera pérdida, la primera víctima de esta pérdida de sensibilidad. En una sociedad que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, disminuye la atención a los frágiles y prevalece la competencia de los vencedores. Y así se pierde la sensibilidad. Ciertamente, la retórica de la inclusión es la fórmula de rito de todo discurso políticamente correcto. Pero todavía no trae una real corrección en las prácticas de la convivencia normal”, observó el Papa, quien lamentó que “cuesta que crezca una cultura de la ternura social”.

“El espíritu de la fraternidad humana, que me ha parecido necesario reiterar con fuerza, es como un vestido en desuso, para admirar, sí, pero en un museo. Se pierde la sensibilidad humana, se pierden estos movimientos del espíritu que nos hacen humanos. Es verdad, en la vida real podemos observar, con gratitud conmovida, muchos jóvenes capaces de honrar a fondo esta fraternidad. Pero precisamente aquí está el problema: existe un descarte, un descarte culpable, entre el testimonio de esta savia vital de la ternura social y el conformismo que impone a la juventud definirse de una forma completamente diferente”, señaló Francisco, quien reiteró que “es muy importante ir donde los ancianos, es muy importante escucharlos, es muy importante hablar con ellos, porque tiene lugar este intercambio de civilización, este intercambio de madurez entre jóvenes y ancianos”.

“Y así, nuestra civilización va hacia delante de forma madura. Solo la vejez espiritual puede dar este testimonio, humilde y deslumbrante, haciéndola autorizada y ejemplar para todos. La vejez que ha cultivado la sensibilidad del alma apaga toda envidia entre las generaciones, todo resentimiento, toda recriminación por una venida de Dios en la generación venidera, que llega junto con la despedida de la propia. Y esto es lo que le sucede a un anciano abierto con un joven abierto: se despide de la vida, pero entregando, entre comillas, la propia vida a la nueva generación”, resaltó el Papa, quien destacó que la sensibilidad espiritual de la edad anciana “es capaz de abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva”.

“Con esta sensibilidad, los ancianos superan el conflicto, van más allá, van a la unidad, no al conflicto. Esto ciertamente es imposible para los hombres, pero es posible para Dios. ¡Y hoy necesitamos mucho de la sensibilidad del espíritu, de la madurez del espíritu, necesitamos ancianos sabios, maduros en el espíritu que nos den una esperanza para la vida!”, concluyó Francisco.

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